08 febrero, 2009

Hitler, Wttgenstein y el arte de vanguardias.


La clave del arte del S.XX está en este tipo de extrañas casualidades.
Sin escalera.

La renuncia tras la desesperación. La desesperación post-traumática causada por el delirio de un humano demasiado humano (exquisitamente manipulador pero demasiado humano al fin y al cabo). El artista desarraigado y angustiado ante la no univocidad de la realidad se retuerce en su irracionalidad y se deshace del lenguaje. Sin pacto primordial ni contrato social la moral pierde por completo su sentido. El sinsentido de la razon y de la ética. El hombre democráticamente eligió el exterminio.El artista pintó ese exterminio y lo convirtió en obra de arte. El hombre convirtió la bomba de hiroshima en obra de arte. El artista pierde todo su razón de ser, todo vale, la creación y la destrucción son obras de arte. Quiere inventarse sus reglas pero no puede, las reglas le inventan a él (ahora estamos en el momento en el que la no-regla es la regla y por lo tanto toda obra se pierde en su propia no dirección y no sentido) convirtiéndole en la propaganda de su propia transgresión. La lucha de Hitler era su obra de arte. El arte justifica al mal, es más, parece que el mal es la única razón de justificación del arte. El leguaje juzga el mundo y el mundo juzga al lenguaje. Entre el bien y el mal, entre el callar y el hablar, hay un único espacio que permite al hombre salir de la angustiosa contradicción de su existencia. Ese espacio es tautológico, poéticamente idéntico a si mismo y por lo tanto pura esencia-existencia. Ese espacio ya no es Dios si no su ausencia. Ese espacio fuera de cualquier moral y de cualquier lógica es solo eso, Arte.

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