16.6.06
Por no llorarle más a un desconocido, recojo los años de luz. Memoria de guerra, de hilos en mi estómago moviéndose.
MI piel me enferma. Mis adentros me exigen el silencio, el balanceo de un iceberg que no conoce su muerte ni su composición. Deletreo ese nombre como si de otro lenguaje se tratara; aveces acierto, otras confundo la pronunciación y sin quererlo invoco a un Dios sin ojos que quiere llorarme. Cerramos el círculo.
Lamento el no reconocerme. El tacto que se sufre en nosotros. La mayoría de las veces que pienso en ti es en abstracto. Como si tuviera miedo de cogerte y que me diese cuenta de que tu también pesas, de que eres un fragmento de cristal como los que se esconden en mi lengua. Que eres tan mí que los pájaros que amanecen en mi pecho tienen tu nombre tatuado.
MI piel me enferma. Mis adentros me exigen el silencio, el balanceo de un iceberg que no conoce su muerte ni su composición. Deletreo ese nombre como si de otro lenguaje se tratara; aveces acierto, otras confundo la pronunciación y sin quererlo invoco a un Dios sin ojos que quiere llorarme. Cerramos el círculo.
Lamento el no reconocerme. El tacto que se sufre en nosotros. La mayoría de las veces que pienso en ti es en abstracto. Como si tuviera miedo de cogerte y que me diese cuenta de que tu también pesas, de que eres un fragmento de cristal como los que se esconden en mi lengua. Que eres tan mí que los pájaros que amanecen en mi pecho tienen tu nombre tatuado.
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