29 mayo, 2010
18 mayo, 2010
Tienes la edad de la muerte, dijo.
Tienes el rostro, y los ojos, y un cuerpo cansado. Tienes el espejo incrtustado en los huesos; y te ahogas, y te asfixias, y te callas.
No hay suicidio en mis versos, si apenas esta vida me llama y aún tiembla al nombrarme. No hay restos, ni rastros; no hay arena quemada, ni solsticios.
No hay tiempo deteniéndose en mi.
El desierto (mi desierto) ha enmudecido.
Tienes el rostro, y los ojos, y un cuerpo cansado. Tienes el espejo incrtustado en los huesos; y te ahogas, y te asfixias, y te callas.
No hay suicidio en mis versos, si apenas esta vida me llama y aún tiembla al nombrarme. No hay restos, ni rastros; no hay arena quemada, ni solsticios.
No hay tiempo deteniéndose en mi.
El desierto (mi desierto) ha enmudecido.